Industria nuclear, bases militares y milicias, objetivos israelíes para castigar a Irán

El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el organismo de la ONU que formalmente controla el programa nuclear iraní, ha reconocido que las autoridades persas advirtieron a sus inspectores que no acudieran el pasado lunes y martes al trabajo por ‘cierre temporal’ en las centrales. El comentario del jefe del OIEA revela el temor de Teherán a una reacción fulminante de Israel tras verse atacada el sábado por la noche. Irán ha acelerado su programa nuclear, en busca –sin admitirlo– de la obtención del arma nuclear, desde que hace seis años Estados Unidos se salió del pacto. En aquel momento, el presidente Trump sospechó que Teherán engañaba a Occidente y decidió romper unilateralmente la baraja; un presentimiento que al parecer estaba bien fundado, porque el presidente Biden lo ha compartido desde entonces. Desde ese momento uno de los objetivos estratégicos más sensibles del régimen iraní, si no el mayor, es su programa de enriquecimiento de uranio para conseguir el arma atómica. Tras el histórico ataque contra Israel con 300 drones y misiles, los analistas coinciden en que la venganza más acariciada por las autoridades hebreas se relaciona con el programa nuclear persa. El riesgo es muy alto. Y también el desafío. La principal central nuclear iraní, la de Natanz, está enterrada en las profundidades de una cadena montañosa, impenetrable hasta para las armas norteamericanas más sofisticadas. Objetivo: el arma nuclear Israel ha hincado el diente varias veces en ese sueño persa, que pretende adelantar a los árabes en lograr el arma nuclear, para mirar cara a cara al ‘enemigo sionista’. Un proyecto que Israel combate con pocos escrúpulos a tenor de los asesinatos y atentados contra científicos implicados en el programa iraní. En 2010, Israel y Estados Unidos llevaron a cabo un sofisticado ciberataque contra centrifrugadoras iraníes , necesarias para enriquecer uranio. En 2020, un dron israelí asesinó en las afueras de Teherán al científico jefe del programa nuclear iraní. Israel cuenta por tanto con precedentes, aunque sabe que cualquier ataque abierto contra las instalaciones iraníes puede producir una escalada sin límites. La segunda opción que baraja el Gobierno israelí es un ataque contra bases militares iraníes , o contra sus líderes, dentro o fuera del país. Por supuesto, el objetivo principal es el jefe del ejército ideológico persa, la Guardia Revolucionaria, encargada del plan de ataque contra Israel del pasado fin de semana. Es fácil suponer, no obstante, que el general Amir Ali Hajizadeh cuenta estos días con una protección especial en un lugar desconocido. El objetivo podría ser otro general de la jerarquía jomeinista. Al fin y al cabo este conflicto se disparó tras el asesinato de dos de esos jerarcas en el ataque contra el Consulado iraní en Damasco. Como tercera opción, y más simple, se menciona la posibilidad de una acción contundente contra alguna de las milicias árabes chiíes que respalda Irán. Las dos más activas son el movimiento Hizbolá, en el sur del Líbano, y los rebeldes hutíes del Yemen. El combate contra los milicianos libaneses es casi de ordinaria administración, por lo que si el Gobierno de Benjamín Netanyahu decide elegirles como chivo expiatorio tendrá que pensar en una acción a lo grande. Desde la última operación importante contra Hizbolá, en octubre del año pasado, el movimiento chií pro-iraní se ha rearmado con cohetes y misiles –hasta 100.000, según un estudio reciente de ‘Foreign Policy’– lo que significa casi literalmente que entrar a sangre y fuego en el sur del Líbano equivale a hacerlo en un polvorín.