Pasó en 2016 cuando irrumpió el arrollador movimiento de Donald Trump en el Partido Repúblicano, que arrasó el conservadurismo clásico que en un principio se le resistía y, tras hacerse con la Casa Blanca, ha colonizado el alma del Grand Old Party.
Décadas atrás, en los años 1930, se había producido una convulsión aún mayor en el panorama político estadounidense. Desde sus orígenes, los demócratas habían encarnado el espíritu conservador, esclavista y contrario a un gobierno federal fuerte que echó raíces en el Sur. Los republicanos de Abraham Lincoln eran los abolicionistas y liberales. Pero con el demócrata Franklin D. Roosevelt y su política del New Deal, con la que buscó sacar a Estados Unidos del cataclismo del 29, se produjo un auténtico intercambio de papeles, de manera que los republicanos pasaron a ocupar el espacio de la derecha que hasta entonces habían representaban sus rivales.
El
Supermartes
muestra que el Partido Demócrata se enfrenta ahora a una nueva y dramática crisis de identidad, de resultado más incierto que nunca. En los próximos meses deberá escoger entre la nueva izquierda que abandera Bernie Sanders, capaz de lograr que una parte importante de los ciudadanos estadounidenses acepten el término «socialista» sin huir despavoridos, y el tradicional sector moderado y centrista que se ha reagrupado con pragmatismo en torno al exvicepresidente Joe Biden tras un arranque de las primarias para olvidar.
La «revolución» de Sanders ha cosechado un gran apoyo entre los jóvenes y la creciente comunidad hispana, y su éxito en California le aporta una buena base para el resto de la competición. Pero Biden ha resurgido, primero de la mano de la minoría negra en Carolina del Sur y ahora en el Supermartes con el apoyo del resto del electorado que se niega a alejar el Partido Demócrata de los principios de libertad y fe en el individuo de los padres fundadores de la nación y a convertirlo en una fuerza que coquetee con los regímenes bolivarianos. De la solución que los demócratas den a ese debate de aquí a julio dependerá el futuro rumbo de la escena política en Estados Unidos.