, tiroteado junto al Kremlin por sicarios chechenos el 27 de febrero de 2015, y exigir que la investigación llegue hasta sus últimas consecuencias y se dilucide de una vez quién dio la orden de acabar con él.
Según el grupo de monitoreo White Counter, que contaron uno por uno a todos los que la Policía obligó a pasar por los detectores de metales para unirse al acto, acudieron cerca de 22.700 personas, casi las mismas que participaron en la concentración de 2016, convocada con motivo del primer aniversario de la muerte de Nemtsov y hasta ahora la más numerosa en su memoria.
El Ministerio del Interior, sin embargo, sostiene que este sábado se manifestaron solamente 10.500 personas. El evento estaba autorizado y terminó sin detenciones. No así en San Petersburgo, en donde no recibieron el permiso de las autoridades y se practicaron varios arrestos, puestos en libertad más tarde tras pasar por comisaría. Movilizaciones similares tuvieron lugar en muchas otras ciudades rusas, aunque con una afluencia mucho menor a la registrada en la capital del país.
Pero para participar en semejantes protestas en Rusia hay que tener ganas. En Moscú el cordón policial ha sido enorme y muy perceptible, destinado evidentemente a intimidar. Después ha habido que soportar interminables colas para atravesar los arcos de seguridad instalados al efecto. Puesto que las autorizaciones para celebrar tales actos obligan a indicar el número de asistentes, algo realmente imposible de prever, la Policía ha impedido el paso a la manifestación a quienes llegaron rezagados aduciendo que ya se había sobrepasado la cifra acordada.
Con todo y gracias al tiempo casi primaveral reinante en la capital rusa, la concentración ha discurrido satisfactoriamente para los organizadores, entre los que se han dejado ver el abogado anticorrupción, Alexéi Navalni, considerado el principal adversario político del presidente Vladímir Putin, su colaboradora en la Fundación de Lucha contra la Corrupción, Liubov Sóbol, el exprimer ministro, Mijaíl Kasiánov, el dirigente opositor, Iliá Yashin, y el líder del partido liberal Yábloko, Grigori Yavlinski.
Junto a banderas rusas, retratos de Nemtsov y carteles llamando a no apoyar la reforma constitucional que el presidente ruso promueve para perpetuarse en el Kremlin, la gran pancarta en el encabezamiento de la marcha llevaba la inscripción «Hay que cambiar el poder, no la Constitución». Los manifestantes portaron también letreros con lemas como «Rusia sin Putin», «Putin significa crisis, Putin significa guerra, Putin significa usurpación», «Quienes encargaron el crimen deben también estar en prisión» o «Basta ya de propaganda».
Nemtsov, que el momento de su asesinato era diputado de la Asamblea Local de Yaroslavl, fue gobernador de Nizhni-Nóvgorod, viceprimer ministro en uno de los gobiernos de Borís Yeltsin y copresidente de la formación Parnas. Cayó acribillado por las balas en mitad del puente Bolshói Moskvoretski sobre el río Moskova, a escasos metros de la muralla del Kremlin. Estaba preparando un informe sobre la muerte de soldados rusos en el este de Ucrania. Pocos días antes de su asesinato, tuvo lugar una manifestación en Moscú de partidarios de Putin, que exhibieron carteles con la imagen del opositor y la inscripción «traidor».
Sospechas sobre el presidente de Chechenia
Cinco chechenos, Zaur Dadáyev, autor material de los disparos que acabaron con la vida de Nemtsov y miembro, hasta su detención, del batallón «Siéver» (norte) de las fuerzas especiales del Ministerio del Interior de Chechenia, los hermanos Anzor y Shadid Gubáshev, Temirlán Eskerjánov y Jamzat Bajáev, fueron sentenciados en 2017 a diferentes penas de cárcel por su implicación en el asesinato. Dadáyev cumple actualmente la condena más alta en aquel proceso, 20 años de prisión.
Pero la familia de Nemtsov cree que los autores intelectuales de su muerte están en libertad y desempeñan altos cargos. Las sospechas se centran en el presidente de Chechenia, Ramzán Kadírov, muy próximo a Putin y acérrimo enemigo de la oposición liberal rusa, a quien considera la «quinta columna» que, según él, Occidente utiliza para destruir Rusia.