«Lo más duro es escuchar sus voces, su llanto desesperado, los gritos de auxilio. Respondemos y tratamos de enviar ánimos, pero sabemos que no podemos ayudarles. No tenemos herramientas para sacar a quienes han quedado bajo los escombros, sólo contamos con nuestras manos, picos y palas. Vuelves al día siguiente y siguen allí, con la voz cada vez más leve, hasta que se apaga», Mueyn Aleysh se rompe cuando habla de su trabajo diario al norte de Gaza . Tiene 59 años y trabaja con los servicios de emergencia y bomberos, un servicio que antes funcionaba con el teléfono 101 y que ahora está colapsado. «Mi trabajo es salvar vidas y me siento culpable por no poder hacerlo, nunca he… Ver Más