Sus rivales aprendieron la lección de la anterior cita, en Las Vegas, cuando fueron a degüello a por el nuevo -el multimillonario Michael Bloomberg, que debutaba en los debates- y dejaron que Sanders se fuera sin apenas mácula. Este martes, fueron con el cuchillo entre los dientes contra el senador de Vermont desde el primer minuto, desde las presentaciones iniciales. Bloomberg, que tenía que remontar el lamentable desempeño en el anterior debate, le dijo que Rusia le estaba «ayudando a ganar». Joe Biden, el exvicepresidente con Barack Obama, le atacó por sus dudas en el pasado en la limitación del acceso a armas de fuego, y le recordó la tragedia de Charleston -donde se celebraba el debate-, cuando un supremacista blanco mató a nueve personas en una iglesia afroamericana en 2015. Tom Steyer, un multimillonario sin opciones pero que ha puesto muchos esfuerzos en Carolina del Sur, le dijo que en ocasiones está de acuerdo con su diagnóstico «pero no me gustan sus soluciones». Incluso la candidata más cercana ideológicamente a él, la también senadora Elizabeth Warren, proclamó que ella sería «mejor presidenta que Bernie» porque es capaz de ir al detalle «para que ocurran las cosas», una pulla a las críticas sobre la falta de definición de Sanders sobre aspectos como la financiación de su plan de salud pública universal.
Fue un debate encendido y caótico, con interrupciones continuas, con candidatos hablando a la vez y con los moderados sobrepasados. Entre la profusión de ataques a Sanders, el más certero fue Buttigieg, el jovencísimo -38 años- exalcalde de South Bend (Indiana).
Buttigieg lanzó una enmienda a la totalidad de la campaña de Sanders basada en que nominar al veterano senador es una garantía de derrota para los demócratas. No solo de la presidencia, sino también de la mayoría que tienen en la Cámara de Representantes y de cualquier posibilidad de recuperar el Senado. «Os diré exactamente cuánto es», dijo sobre el precio de «Medicare for all», el programa de sanidad gratuita que defiende Sanders y cuyo coste siempre es objeto de críticas al favorito. «El precio es cuatro años más de Donald Trump, Kevin McCarthy (el republicano de mayor rango en la Cámara de Representantes) como presidente de la cámara baja y la imposibilidad de poner el Senado en manos demócratas».
Más adelante, volvió al ataque contra Sanders -que se declara «socialista demócrata»- por la polémica de sus viajes a la Unión Soviética, Nicaragua y Cuba en la década de 1980 y su amabilidad con aquellos regímenes. Buttigieg mostró su preocupación por una perspectiva de una elección «que se reduce a la nostalgia de Donald Trump por el orden social de los años 50 y a la nostalgia de Bernie Sanders por la política revolucionaria de los 60».
El ataque más furibundo lo volvió a protagonizar -como en el anterior debate- Elizabeth Warren y tuvo como víctima -otra vez- a Bloomberg. Recuperó los dardos por el tratamiento que el multimillonario exalcalde de Nueva York dio a las empleadas de su compañía e inauguró otros: Bloomberg financió campañas de republicanos. Entre otros, de Lindsay Graham, convertido en aliado férreo de Trump, o de Scott Brown, con quien Warren compitió -y ganó- por el puesto de senador de Massachussetts.
Bloomberg no estuvo tan mal como en el anterior debate -donde fue vapuleado- pero tampoco mejoró mucho su desempeño, apenas conectó un par de ataques a Sanders, probó con chistes que no calaron en el público y llegó a tener un lapsus en el que dijo que había «comprado» la elección de demócratas en las elecciones legislativas de 2018.
Mejoró Biden, más enérgico y con muchas alusiones a su conexión con el voto de la minoría negra, que supone el 60% del electorado demócrata en Carolina del Sur, donde pretende que su campaña remonte tras un inicio muy por debajo de lo esperado. Atacó todo lo que pudo a Sanders por la regulación de armas e incluso se enfrentó a Steyer para tratar de arañar votos en Carolina del Sur.
De lo que no hay duda es que todos los candidatos ven a Sanders como favorito y cargaron contra él. Lo que está por ver es si no es demasiado tarde para detener su ascenso y evitar su nominación.